Por Pamy Rojas
La reflexión venía acompañada de lágrimas. Los pensamientos encendían su cerebro como luces de navidad de todos los colores. Era una iluminación triste, nostálgica y empañada.
Qué terriblemente absurdo es estar vivo.
Eduardo se llevó el pañuelo a la mejilla derecha.
Miró el reloj en la pared. Las tres. Pronto entraría la enfermera de turno. Él ya ni sabía a quien debía informarle sobre la decisión que esperaban. Igual no era de importancia en ese momento porque aún él no había decidido.
Entre morir o matar, prefiero amar.
Allí estaba él sentado en una butaca que tenía la huella de su espalda y trasero marcados en aquellos cojines que fueron testigo de tantas penas.
A su lado, Isabel estaba acostada. Isabel, la del cine, la del primer beso de papel, la del helado de fresa. Ella, la del café.
Eduardo tenía la mirada fija en los verdes, amarillos y blancos del monitor, pero no veía los colores, tampoco los números o la cadencia de las líneas. Solo pensaba.
Maldigo el paraíso que cuando se presenta no dura lo que una estrella fugaz.
Lo único que hacía aquel hombre era pasar los dedos sobre su barba salpicada de blanco, mirar al monitor sin verlo y reflexionar. Día y noche allí sentado, aquella butaca parecía una extremidad más. Desde el accidente que dejó a Isabel silenciada, inmóvil y postrada en aquella cama, Eduardo no hacía nada más que pensar en lo que fue, en lo que no fue y en lo que pudo ser.
Que duro quererte así, contigo, pero sin ti.

Una enfermera corrió la cortina de aquel cubículo encendido por máquinas. Se acercó al lado derecho de la cama para cambiar la bolsa del líquido intravenoso. Otra enfermera entró para anotar la lectura de los signos vitales.
—¿Supiste lo del policía?
—No, qué pasó.
—El agente vino a interrogar a una víctima al hospital. Resulta que la esposa murió, mientras él estaba aquí. La gente dice que él la vio paseando por los pasillos. No es la primera vez que me cuentan algo sobre fantasmas en este hospital. Imagínate tú… ¡Qué ironía, verdad!
Las dos mujeres salieron del cubículo sin preguntarle a Eduardo si había tomado la decisión, a ellas no le tocaba hacerlo. Por la mañana llegaría el doctor; el mismo que le había dado la noticia: muerte cerebral.
Eduardo no se enteró de la historia que contaron las enfermeras. Tampoco prestó atención al ritmo de aquel sonido que iba marcando la vida de quien amaba. En su mente solo se impregnó una palabra: ironía. Era como si el destino se burlara de él.
Al fin la tuve entre mis brazos, y se va.
Se llevó el pañuelo a la mejilla izquierda. El móvil vibró y lo apartó de sus pensamientos.
Era el hijo que se convirtió en el heredero de ambos, el de la foto fea, de seguro para preguntar si había tomado la decisión. Imaginó que los otros vástagos seguirían llamando: los que tuvo sin ella, y los que ella tuvo sin él; los hijos que ya no eran de uno ni del otro, sino de los dos.
Eduardo apagó el aparato. Eso sí lo decidió. Recostó la cabeza sobre el espaldar. Suspiró.
El sonido rítmico del monitor se aceleró y de inmediato se elevó como un sostenido musical. Eduardo, como si fuese un reflejo, presionó el botón para llamar a las enfermeras.
Ellas llegaron. Solo encontraron silencio. Anotaron la hora, las cuatro y diez.
Eduardo colocó la cabeza entre sus manos, se tapó ambos ojos con el pañuelo, lloró de tristeza y también de alivio.Ya no había que tomar ninguna decisión.
Si te dijera, amor mío, que temo a la madrugada…

Sobre la autora

Pamy Rojas es autora del libro infantil ¡Achú, achú, Pirulo! (2016) que recibió dos premios del International Latino Book Award, ha sido reseñado en la Bibliografía para Educadores del Proyecto Social Justice Books y lleva ocho años de publicación ininterrumpida. Este libro también fue presentado en La Cabrera, Madrid, España (2024). El libro De sombras y claridad (2018) fue un proyecto de Iniciativa Comunitaria en el cual comparte las páginas con otros autores puertorriqueños. El ojo de la cultura, Londres, Inglaterra, publicó su libro de relatos Historias para leer Con té (2021). En el 2024 publicó otro libro infantil: ¡En vivo y a todo color! el cual recibió el auspicio de la prestigiosa organización ambiental Para la Naturaleza. Ese mismo año, dos relatos con tema del medioambiente, fueron incluidos en la antología Con mucho cuento, publicada por Inventa Editores, Madrid, España.