Por Elizabeth Díaz Rodríguez
Elisa, sentada en la Plaza de Armas al lado de la escultura de Tite Curet Alonso, sentía el aire cálido besando su rostro. Al mismo tiempo, se encontró tarareando una canción escondida en sus recuerdos: Calle Luna, calle Sol. La canción, borroneada por el gran Willie Colón encontró su intérprete máximo en Héctor Lavoe. Retrataba las duras realidades de la vida en un barrio peligroso. La letra describía un punto de la historia sanjuanera, un lugar donde uno debería tener cuidado para evitar problemas por el crimen y la violencia que prevalecían en las calles. La prostitución y los asesinatos estaban a la orden del día. Los inmigrantes indocumentados eran advertidos para evadir posibles problemas con la policía. La canción captura la paranoia y la incertidumbre de este entorno plagado de diversidad y contraste. Es una historia de advertencia. Declara los problemas que enfrentan las comunidades marginadas. La canción, escrita hace más de cuarenta años, tronaba en su cerebro. Elisa tarareaba un fragmento diciendo: Mire señora agarre bien su cartera no conoce este barrio, aquí asaltan a cualquiera.
La falta de medios, la inseguridad y la exclusión social aumentan las barreras que enfrentan los individuos en los barrios marginados. Esto es así, ya que van reduciendo las oportunidades de una educación de calidad. Por lo tanto, disminuye el interés por actividades como la lectura. El panorama puede llevar a una conducción inadecuada de la diversidad en general, y específicamente, a un mal manejo del desarrollo de las capacidades, lo que afecta negativamente la inclusión. La experiencia y los que se han preocupado en investigar la correlación de exclusión social y desarrollo óptimo del individuo, han encontrado que es perentoria.

Mientras tanto, la calle se llenaba de jóvenes que salían de alguna escuela cercana. Asemejaban bandadas de palomas que revoloteaban, emitiendo arrullos suaves y gestos sutiles y no tan sutiles, moviendo la cabeza y el cuerpo. Corrían, caminaban, saltaban o simplemente arrastraban los pies. Los murmullos no se dejaron esperar, repiqueteando vez tras vez.
Elisa fijó su mirada en tres jóvenes: María, Luis y Julia. Ellos aleteaban en la plaza. Miraban a Tite y sonreían, con la pavera característica de la adolescencia. Gritaban, corrían y reían al mismo tiempo. Uno miró a Tite y exclamó: —Es negro como tú—.
—¡También será bruto!
—Mi mamá los llama “esos malditos inmigrantes”.
El pensamiento de Elisa revoloteaba y reclamaba con la expresión —¡Si supieran!
Mientras los jóvenes hablaban, los mástiles de luz de la plaza, encendidos, contrastaban con la diversidad de las coloridas residencias. Aunque el sol dominaba, su perseverancia emergía como dulce rebelión al tiempo. Linterna dormida, despierta, ¡atenta a aquellas ideas que los niños gritaban!
Julia jugaba ñangotá con los adoquines de la calle. Alzó su mirada y prestó atención a los comentarios de sus compañeros. Irguió los hombros y pecho con cejas fruncidas, se levantó, alzó su voz, dirigió su mirada a los jóvenes y dijo: — ¿De dónde vienen esas ideas? ¡Ideas retrógradas! ¡Tienen que leer! Avancen y saquen de sus espaldas el aleteo desesperado de los troncos viejos.[1] ¡Lean, investiguen! El mundo cambia. Levanten su voz contra las injusticias que siempre han existido y la discriminación que castra nuestras mentes.
— ¿Leer para qué?, contestó María.
Elisa se acercó hacia los jóvenes y con voz tenue, para no asustar replicó.
-Los libros pueden ayudarnos a entender y apreciar las diferencias. Aprendemos de las experiencias de los personajes viendo el mundo a través de los ojos de otros–.
Continuó hablando.
-¿Conocen la historia de Ben Carson? —. Los jóvenes movieron la cabeza de un lado para otro.
-Pues aquí les va la historia. ¡Presten atención! — Todos asintieron en señal de acuerdo.
-Ben era un niño negro, criado en un barrio pobre, marcado por grandes problemas sociales y el foco de la policía; considerado un mal estudiante. Sin embargo, la determinación de su madre, limitando su tiempo de televisión y fomentando la lectura, obligándolo a visitar la biblioteca en sus horas de ocio, cambió su existencia. Los libros transformaron su vida académica. A los 33 años, llegó a ser director de neurocirugía pediátrica en el Hospital Johns Hopkins, destacándose por realizar la primera separación exitosa de gemelos siameses unidos por la cabeza en 1987—. Haciendo una pausa y observando a los niños, preguntó—. Ahora, ¿quién es Tite?
Elsa se levantó y punteando la figura de Tite exclamó:
-El hombre de raza negra, sentado en esta banca, es conocido por su música. ¿Qué conexión tiene con la literatura? Su vínculo con la literatura se evidencia en su habilidad al escribir la letra de sus canciones. Escribió crónicas y poemas. Por ejemplo, su sección en el diario El Reportero, llamada La vida misma, y su proyecto del libro titulado Carta para una dama, incluye 15 poemas, evidenciando sus destrezas literarias. Para lograrlo, adquirió una educación interdisciplinaria, formal e informal que integraba la música y la literatura. Diversos autores han estudiado y documentado su obra en textos literarios. La letra de sus canciones son una incitación a la superación de barreras sociales y culturales, aceptando la diversidad, promoviendo la inclusión con el orgullo por las raíces afrodescendientes y la identidad caribeña.
Elisa conocía que el tema era el discurso de nunca acabar—. ¡Por Dios, estamos en el siglo XXI! — Varias preguntas nacieron en su mente.
[1] Fragmento del poema de Julia de Burgos Yo fui mi ruta

— ¿Acaso la escuela y su familia no enseñan que todos somos diferentes y que la diversidad en todas sus dimensiones enriquece mediante una variedad de experiencias y conocimientos? ¿No es la formación lectora y literaria la herramienta perfecta para reducir la exclusión y sembrar la convivencia, permitiendo la comprensión de la realidad? Los programas educativos necesitan implementar acciones más efectivas.
Elisa en su revolotear de interrogantes llama a la acción, lo que le conduce a preguntar: ¿cómo la literatura ayuda a aceptar la diversidad y la inclusión? La evidencia la encontramos cuando acedemos a diferentes géneros de la obra literaria.
A saber, las obras autobiográficas como Una vida sin límites, de Nick Vujicic, La literatura a ciegas, de José Luis Borges, El escritor del síndrome del cautiverio, de Jean-Dominique Bauby, El escritor que usaba su pie Izquierdo, de Christy Brown y La historia de mi vida, de Helen Keller son ejemplos de superación y resiliencia en la diversidad. Al sumergirse en las novelas como La lección de August, de Raquel Jaramillo Palacio, Las ventajas de ser invisible por Stephen Chbosky, Yo antes de ti por Jojo Moyes y El curioso incidente del perro a medianoche, de Mark Haddon permiten a los lectores percibir la vida de los personajes y vivir sus experiencias. Estos libros, que exploran las luchas por la inclusión en las diferentes modalidades de la diversidad, nos invitan a empatizar, comprender y reflexionar sobre nuestras propias experiencias y prejuicios. Un antropólogo en Marte, de Oliver Sacks educa sobre condiciones neurológicas, promoviendo una mayor conciencia social de la condición.
La capacidad de los seres vivos, específicamente del Homo sapiens, para procesar información, darle valor y significado se nutre de la integración de la literatura, la diversidad y la educación. La yuxtaposición de los tres elementos es el camino hacia la superación de creencias preconcebidas y simplistas adquiridas durante el transcurso de la vida.
Los estereotipos son peligrosos. Estos no nos permiten visualizar la complejidad ni la diversidad verdadera de los grupos a los que se aplican. Aviva la discriminación y la exclusión. El perfeccionamiento de las capacidades y el desarrollo cognitivo integrando literatura, educación y diversidad atiza una mayor conciencia, mejora el entendimiento durante la exposición en la disparidad, aumenta la capacidad de neuroplasticidad, y la participación en intervenciones psicológicas que fomentan la inclusión y la equidad.
Los cuentos infantiles se utilizan como una herramienta para enseñar sobre la diversidad; crean entornos escolares más inclusivos y equitativos; promueven un aprendizaje integral. El cazo de Lorenzo, y Petra y las letras ayudan a los niños a entender y aceptar la diversidad desde una edad temprana. La exposición al cuento, especialmente durante la narración, lo convierte en una incitación a la reflexión sobre nuestras creencias y las de los demás.
La literatura y la diversidad se integran a la educación cuando impulsan la inclusión, el enfoque multidimensional de textos literarios, y la creación de espacios para explorar y expresar las experiencias de manera autónoma. Entonces, ¿cómo cada individuo habilita el encuentro en la encrucijada de la educación, la diversidad y la literatura?
Sobre la autora

Elizabeth Díaz Rodríguez es educadora e investigadora. Entre los escritos más destacados se encuentran Sublevación, desobediencia y cambio (2017). Le valió el Premio Lima Claro Internacional, donde aborda temas de resistencia y transformación social. Ha contribuido en exposiciones, con La presencia docente en la virtualidad y Microaprendizaje: recorrido histórico del aprendizaje en fragmento expuestos en el Congreso Futureduca 2024 y 2025 de la Universidad de Sevilla.