Y después de cientos de años ¿Qué? la literatura de Antón Chéjov y los entramados socales del siglo XXI.

Por Nitza Eileen Rodríguez López

“Después de nosotros se volará en globo, habrá cambiado la moda de las chaquetas y se habrá, quizás, descubierto un sexto sentido, que estará siendo desarrollado…; pero la vida en sí seguirá siendo la misma…: difícil, llena de misterio y feliz… Dentro de mil años el hombre dirá, suspirando, lo mismo que ahora: “¡Oh que difícil es vivir…!
Tres hermanas, Antón Chéjov (1901)

Hace un tiempo me topé con la obra de Antón Chéjov. Chéjov, uno de los más grandes escritores rusos, es conocido por trabajar en sus obras las complejas realidades de la sociedad, particularmente la sociedad rusa del siglo XIX.  A lo largo de sus obras, se va presentando un panorama de luchas y complejidades sociales que permite reflexionar acerca de la vida propia y cuan relevante son sus planteamientos hoy día. Por su ingenio para la crítica, la figura de Antón Chéjov ha estado relacionada a temas como las tensiones sociales, la frustración de los individuos y las dinámicas humanas dentro de las sociedades que parecen estar “fallando” o perdiendo su sentido.  Quizás por esta razón se le puede asociar con el concepto de sociedad fallida.

El concepto de Estado fallido es una idea contemporánea que fue utilizada por Herman y Rartner, a principios de la década de los años noventa (Zapata, 2014). Este concepto ha sido utilizado para hacer referencia a los países que por diversos factores presentan deficiencias, han perdido la capacidad para gobernarse de manera efectiva y ponen en peligro a sus ciudadanos. Estos no pueden garantizar el orden, la seguridad ni el bienestar básico de su población por lo que no hay garantías de justicia ni posibilidades de estabilidad económica. En otras palabras, estados cuya estructura política y social se han desintegrado. Por estas razones, no pueden funcionar adecuadamente, lo que se traduce en violencia generalizada, corrupción y colapso de las instituciones; que a la vez incide con la sensación de los actores sociales que viven en ella. Estos, al igual que los personajes de las obras de Chéjov, viven en la incertidumbre, se sienten atrapados en rutinas de insatisfacción y luchan por encontrar sentido a la vida. 

En “La gaviota” y “Tres hermanas” (obras del mencionado autor) se explora la alienación, la incapacidad para alcanzar los sueños propios y cómo estos sueños difieren con lo que las sociedades permiten tener y lo que se nos permite ser. Es decir, denuncian los entramados sociales que surgen cuando las estructuras sociales no permiten la verdadera realización del individuo. Para poder reflexionar acerca de las estructuras sociales y su relación con la imposibilidad de la verdadera realización en los individuos, es necesario enfatizar que todo ser humano es social. Cada persona es el resultado de aquellos que le enseñaron, pero también es importante destacar que el ser humano, aunque es capaz de adaptarse al medio ambiente, lo puede modificar. Entonces cabe preguntar, ¿por qué si hace más de un siglo escritores como Chéjov han denunciado las tensiones sociales que surgen de sus estructuras y las implicaciones sociales que tienen para sus actores, no se ha cambiado? ¿Qué no se ha querido comprender? ¿Por qué se permite que todo aquello que imposibilita lograr el máximo desarrollo se perpetúe?

Emile Durkheim a finales del s. XIX y principios del s. XX (Yubero, 2005) nos habló del concepto de socialización. Este hace referencia al proceso por el cual los individuos internalizan y validan, a partir de la relación con otros, los elementos socioculturales del contexto donde se desarrolla. De esta manera, el individuo hace suyas las perspectivas, las pautas, las creencias, las normas y los valores culturales que rigen una determinada sociedad en un momento histórico particular. A través de la socialización, el individuo es influenciado por los agentes sociales (instituciones, grupos u organizaciones) en las que las personas interactúan.  El proceso de socialización permite al individuo conocer las formas sociales que se consideran “correctas” y que determinan la forma de comportarse ante los demás, permitiendo el mantenimiento de la sociedad de la que el sujeto socializado es parte (Raffino, 2022).  Durkheim señaló, además, que la socialización se realiza en un primer momento en el seno de la familia, pero se requiere de otra instancia socializadora indispensable en la que se aprenderán los principios generadores de una sociedad. De ahí la necesidad de analizar el rol de la escuela como agente socializador.

La escuela como institución social tiene la función de transmitir conocimientos, pero también tiene un rol fundamental en la transmisión de valores, normas y expectativas sociales. Para Durkheim, la socialización a la que se somete a las generaciones más jóvenes es el resultado de un proceso educativo que planifica y dicta la sociedad. Señala que esta acción lleva a resultados de desarrollar cierto número de estados físicos, intelectuales y morales que se requieren en el individuo y en la sociedad política en conjunto, así como en el ambiente particular al que está destinado de manera específica (Yubero, 2005). Entonces se supondría que, si la escuela como agente socializador procura una educación (tal como lo propone el proceso socrático) que busca la expresión auténtica y sincera del educando a través de la interacción sin trabas con los otros (función manifiesta), los sujetos socializados buscarían un entorno que no obstaculizara el desarrollo de la naturaleza bondadosa del hombre, se alejarían de la corrupción de una sociedad construida en oposición a dicha naturaleza y lograrían encontrar el sentido pleno de la vida. No obstante, si el producto obtenido de ese proceso de socialización es un hombre que genera realidades humanas opresivas (creadas por él mismo y paradójicamente contra sí mismo), que se oponen a la felicidad del hombre y lo aleja de las posibilidades de una liberación, entonces se debería analizar la verdadera intención de la escuela como agente socializador (función latente).

Para Santos (2006), es a través del proceso de socialización que una determinada sociedad procura crear una configuración mental (carácter social) que sirve a su reproducción. Es este proceso el que permite que interioricemos una serie de esquemas que rigen nuestras pautas de conducta y que pasan a constituirnos como si hubiéramos nacido con ellas. Por eso, el sujeto educado en una sociedad que legitima la separación entre sus miembros promueve la competitividad, visualiza a otros como rival y sitúa en una escala de arriba y abajo a sus integrantes no puede encontrar el sentido profundo de las cosas, es decir, el sentido de su propia vida, ni reconocer el valor que hay en los demás. Esto podría ser semejante a cómo, en sus obras, Chéjov presenta a personajes que, aunque parecen estar en una sociedad progresista o moderna, siguen siendo influenciados por las expectativas y normas preestablecidas, sin lograr un verdadero cambio en sus vidas.

A lo largo de la historia, autores como Freire, Marcuse, Foucault, Althusser, entre otros, han hecho múltiples críticas al sistema educativo tradicional por no promover el desarrollo pleno de los estudiantes. En su lugar, ese sistema educativo se ha concentrado en aspectos como la disciplinariedad, la homogeneización y el control social, limitando la creatividad, el pensamiento crítico y la libertad de los individuos negándoles una formación integral. De hecho, a través de los años este ha logrado perpetuarse porque ha divulgado discursos que aparentan hacer intentos por mostrar que están incorporando a los que las estructuras sociales van invisibilizando o dejando fuera cuando en realidad lo que promueven es la inmovilidad de las propias estructuras que siguen marginando, excluyendo y oprimiendo a todo aquel que se resiste a sucumbir ante la estructura social que le ahoga. Es decir, se divulgan discursos contradictorios de una inclusión artificial que se va integrando en el sujeto socializado hasta naturalizarlos sin que este tenga una verdadera comprensión de su propia realidad.

Chéjov, al igual que muchos otros escritores, logró denunciar la fisura existente entre lo que la sociedad promovía como progreso o inclusión y lo que realmente se estaba logrando. En este sentido, su crítica es muy pertinente para insertarse en la discusión moderna sobre la educación, la diversidad y la inclusión. Aunque Chéjov no abordó directamente el tema de «sociedades fallidas» ni la «inclusión artificial» de la manera en que se discute hoy día, sus obras han aportado a la discusión de los problemas de alienación, frustración y la desconexión entre lo que se dice y lo que realmente ocurre en las sociedades. Quizás sería conveniente apoyarse más en la literatura para hacer reflexiones sociales que en los discursos económicos y políticos oficiales. Probablemente en ellas se encontrarán iniciativas que resulten en procesos verdaderamente transformadores. Por lo que quizás se podría concluir (citando a Chéjov) que: “Después de nosotros se volará en carro, habrá cambiado la moda de veranear en casas de playa y remplazado por estadías en plataformas espaciales y se habrá, quizás, descubierto una nueva competencia para teletransportarnos en el tiempo, que estará siendo desarrollado…; pero la vida en sí seguirá siendo la misma…: difícil, llena de misterio y múltiples contradicciones, sujeta a imposiciones y feliz… Dentro de mil años el hombre dirá, suspirando, lo mismo que ahora: ¡Oh que difícil es vivir…!”

 

Referencias

Chéjov, A. (2011). La gaviota (Vol. 65). NoBooks Editorial.

Chejov, A. (2011). Tres hermanas (Vol. 110). NoBooks Editorial.

Piña Osorio, J. M., & Chávez Arellano, M. E. (2016). Introducción a las ciencias sociales.

Grupo Editorial Patria.

Raffino, E. (2022, 16 de febrero). Socialización. Enciclopedia Concepto.

             https://concepto.de/socializacion/

Santos Gómez, M. (2006). De la verticalidad a la horizontalidad. Reflexiones para una educación

emancipadora. Realidad: Revista de Ciencias Sociales y Humanidades, (107), 39-64.

Zapata Callejas, J. S. (2014). La teoría del estado fallido: entre aproximaciones y disensos.

Revista de Relaciones Internacionales, Estrategia y Seguridad, 9(1), 87-110.

Yubero, S. (2005). Capítulo XXIV: Socialización y aprendizaje social. En D. Páez Rovira, I.

Fernández Sedano, S. Ubillos Landa, & E. Zubieta (Eds.), Psicología social, cultura y educación (pp. 819-844). Editorial.


Sobre la autora

Nitza Eileen Rodríguez López es catedrática auxiliar en el programa de Educación General, División de Artes Liberales en la Universidad Ana G. Méndez, Recinto de Cupey. Posee una maestría en Trabajo Social con especialidad en niños y adolescentes, y cursos de postgrado en Psicología Social Comunitaria.