OLGA NOLLA Y SU ¨ VERDAD-MENTIRA¨ EN LA NOVELA EL MANUSCRITO DE MIRAMAR Por Beatriz Santiago Ibarra

“Siempre he sido feminista. Esto significa que
           me opongo a la discriminación de las mujeres,
           a todas las formas de desigualdades basadas
           en el género, pero también significa que reclamo
           una política que tome en cuenta las restricciones
           impuestas por el género en el desarrollo humano”.
        Judith Butler

Ese porqué en una obra de arte de la literatura, la verdad no funciona como la verdad que todos entendemos, sino más bien como una invención del que escribe, y así mismo, tan complicado en ese otro postulado de “la mentira”, tal cual se equipara a la verdad en esa ineficaz calidad de engaño; más bien, en su esencia de similitud al ser contado, algo parecido a “lo verdadero”. Ha sucedido así con casi toda la obra literaria de la escritora puertorriqueña, Olga Nolla.

Su articulación de lo relatado en la técnica narrativa en una de sus novelas El manuscrito de Miramar del año 1998 (Alfaguara, México), Nolla desde su “habitual deleite aventurero” intentó sobrepasar su propio concepto de fingimiento (ficción) en el nuevo invento tanto de alabanza, tal cual de autocensura o de autoreprobación. La ficción, supuestamente lo inverosímil, es en Nolla, sinónimo de descubrimiento, creación e invento. Lo “real” se traducía al revés; no en lo normal y corriente. Ella pasaba factura sobre el hecho “real” indagando hasta el tuétano esa “realidad” vencida de antemano en los secretos arrojados en El manuscrito de Miramar, legado en la trama de la novela por los personajes principales: de Sonia (la madre) a María Isabel (la hija),

El manuscrito de Miramar, lo pienso siempre en calidad de novela del instinto poético, es decir, de la visión, del presentimiento, y peripecia del olfato y del gusto sensible y claro -en su mismo concepto de esa matriz, del protagonista, el Manuscrito; con apellido y todo, “de Miramar”. Impulsando a la madre, Sonia, a la gran reflexión en torno a sí misma. Sonia, esa gran “femme” original, descansa su instinto en la pieza literaria sin mitos ni utopías, ya que no es un manoseado texto, editado, conocido, sino un hológrafo y original texto que va a tener la función de nutrir tal cual una ubre materna, la imaginación del personaje de la hija, María Isabel. La alimenta y la sustenta en aras de visualizar el paternalismo social y su patriarcado político del total manejo y poder de los hombres hacia las mujeres. De ser el hombre el cómodo patrón, que dirige su casa, así como sus empresas, y a la comunidad misma, desde la postura clásica del mandamás de la existencia. La pasión y el deseo por ese hombre se basa también en la pasión de Sonia por quebrar todas esas leyes absurdas para conseguir al hombre que la apasiona y le hace feliz sexualmente. Sabía y lo demuestra en su escritura a mano, que ese intercambio entre mujeres y secretos en donde la sensualidad, así como el placer son desatados por los derechos de libertad, ya que Sonia creía en un equilibrio justo entre lo material y lo espiritual. Estos son partes de un mismo universo y de una verdad: la vida es expresada de tres maneras, a través de los pensamientos, de los deseos y de las acciones.  Así María Isabel comienza a vivir su vida en una paralela a la de su madre y en cierta forma avocada a ambas historias, la de ella en la actualidad y la de su madre en el pasado. Más cabe recordar que las líneas paralelas en el universo pueden ser equidistantes en el tiempo y en el espacio que ocupen.

No es lo mismo, la aprobación de Sonia que la de María Isabel de cómo se suscitan, por ejemplo: el quiebre de los dogmas, en mantener el placer necesario con todos los hombres que quieras buscando solo el éxtasis del placer sexual. La madre, Sonia, es la que escribe. María Isabel, la hija, lo lee y lo interpreta. No obstante, ya de antemano, Nolla va a defender la interpretación, ya que es en la que se desmonta y se reconstruye lo que no sirve, inclusive se edifican ideas, así tanto como conceptos. Se desmonta aquello no pertinente a la historia de lo contado.

Esa mujer dócil y sumisa de antaño lucha contra toda adversidad en el montaje de Sonia, cuya matriz del trabajo escrito a mano, da en sí, tal cual, documento de la época, su arma principal: ser blando y moldeable. Es inédito. No se ha publicado.  Mas, aunque Sonia no es dócil, sí aparenta esa docilidad para lograr su liberación porque corresponde al tipo de su época. Mientras María Isabel, en su calidad de amanuense de la escritura del texto de su madre, enfrenta la docilidad como función ya desterrada en la lucha del género femenino. Es una lucha de géneros que la acerca más a resolver el problema de tú a tú en una equidad entre mujer y hombre. Nolla compara en El Manuscrito de Miramar a Sonia con el personaje de Emma en la novela Madame Bovary de Flaubert, mientras que el personaje de María Isabel se acerca más a la Norah de la obra de teatro Casa de muñecas del escritor y dramaturgo noruego, Henrik Ibsen. Nolla, no lo hace directamente, pero sí conceptualmente.

Esta historia de Sonia, al convertirse en modelo de María Isabel, es objeto de análisis y de estudio. Promueve la intensión de la mujer vanguardista de ser objeto, no solo de la historia para hacerse una mujer libre o no, sino que esos “secretos” narrados por Sonia, nos hacen a los lectores viajar unidos juntos con María Isabel al propio deseo a través de las relaciones prohibidas e ilegales.

Nolla propone el escrito de Sonia en la oculta y callada matriz tipo sucesión, a la vez elocuente, en una de las metáforas más relevantes para el pensamiento feminista del presente siglo XXI; en el encierro tanto de escritura, tal cual, de lectura, semejante al libro de Virginia Woolf, A Room For One´s Own.  Recuerda que ese encierro como cualquier otro que, al sentir la libertad, la misma se convierte en refugio de la pasión y del deseo. Lo personifican en la novela, tanto Sonia (la madre) así María Isabel (la hija). La primera no educa al deseo, sino que continúa su desenfreno, tal cual Emma Bovary -la que extenuó el deseo en la literatura francesa del siglo XIX – en el caso de María Isabel, todo lo contrario. En la lectura y análisis de El Manuscrito de Miramar, retoma el “educar el deseo”, refiérase al deseo sexual. Aunque más cercana al personaje de la Nora en Ibsen, Nora también educa al deseo, pero desde una lógica pura y materialista. María Isabel es brillante; se cobija bajo las nuevas normas de la lucha de géneros apoyada en lo sociopolítico del sistema estadounidense aún muy conservador. La hija une en su razonamiento de equilibrar el feminismo contemporáneo con la tradición en la que “la historia oficial” hispana de la época de su madre-del patriarcado, se disolvía a través de lo oculto, de lo secreto, que incluía al hombre siempre. Aunque la presentación de la portada del libro por la Editorial Alfaguara (México, 1998) colocada en la portada leía “Para todas las mujeres que guardan un secreto”. Ese secreto no descansa en la técnica narrativa de lo verosímil total de esa historia de la mujer casada tenida como objeto por el marido que la porta como un estandarte en el matrimonio, y que ella transgrede leyes para irrumpir en el verdadero deseo, tener un amante. Es ese sistema patriarcal de la sociedad el que rodea como un cerco a Sonia (la madre) y su amante pulula en él. María Isabel, entiende desde el principio que por tiempo indefinido no debe luchar en contra del paternalismo (desde la secretividad), así opta por transgredir y luchar desde sus entrañas, tal cual hicieron los aqueos con el Caballo de Troya, en la consecuencia de la espartana Helena en La Ilíada poema épico de Homero.  Así, María Isabel querría vivir con un marido que fuera un fogoso amante y padre de sus hijos, y la respetara de igual a igual.

En el testamento literario de Sonia, en el que llegan a manos de su hija los “secretos”, Nolla los reconoce no como “historia, oficial”, sino como “asuntos de literatura”. Así ya nos enteramos de que todo el manuscrito es ficción desde ese personaje “interpretativo” de la hija. Es una historia novelada que imagina definitoriamente la verdad de lo impositivo, de la sombra-sombrilla de la masculinidad, versus la querencia feminista de desear ser la amada-amante. Mano a mano con el hombre en un hecho libertario instalado en un matriarcado/patriarcado, desmontado este último por las mujeres inteligentes que han luchado a cara abierta en el mundo …tal cual como el personaje de María Isabel que impulsa a preguntarnos: ¿Se fundamenta El manuscrito de Miramar en una historia real? No. Olga Nolla sabía muy bien jugar el juego, fantasía y realidad -verdad = mentira.

Te sientas a escribir: todo, cada palabra, punto, coma, interjección, guion, y el punto, etcétera. Hasta ese punto, es ficción. Olga Nolla finge para devolverle a lo físico lo que entiende ver todo el tiempo cuando edifica, es decir, montas en lo palpable – lo visto, real decreto de lo verosímil; pero no real en el fingimiento del hábito, lo cíclico de siempre. Como, por ejemplo, una mujer femenina, delicada, sensible; vaya usted a saber, lo de siempre, ya que al sentarse a escribir su envoltura se desenvuelve y vuela por esa “verdad interior”, de mirarse, ser una mujer en el intento de ser amada, de identificarse con lo que cree ser: el estremecimiento, la vibración de la luz refractada de la combinación de fémina – feminista (ella), la pasión y la virilidad (él).  En El manuscrito de Miramar, específicamente la madre (Sonia) es la acción del verbo, la palabra escrita.

El maridaje entre lo femenino y lo masculino nada demostrable en la literatura es cuestión de paternalismo, latifundismo y del mandón de la casa, claro; así como de las que tienen foco del hogar y de la biblioteca (que es lo que mujeres como María Isabel son muy adentro de sí, como el personaje que suele ser ella en la novela y en su casa en la que el marido, con el consentimiento de ella, la ordena, sean físicamente personas como personajes de la novela.

Ese manejo magistral del fingimiento de Nolla, parte de una “verdad” física de todos los días, pero en el arte de escribir es “realmente” inexistente.                                                                                                                                                                           

Olga Nolla, es una filósofa de la literatura en El manuscrito de Miramar. Por ello el refrán mencionado por María Isabel: “mano pelada escribe, Cristo de creación espiritual (grafía). Creación de la escritura, única verdad.”  Sabía que Olga Nolla lo sabía. Hace mucho tiempo.


Sobre la autora

Beatriz Mayte Santiago-Ibarra es escritora y crítica de arte. Obtuvo el bachillerato y maestría en Literatura Comparada de la Universidad de Puerto Rico, la Maestría en Artes y Literatura del Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe y un Doctorado en Filosofía y Letras de dicho Centro en pacto académico con Universidad de Valladolid, España. Se desempeñó en calidad de Especialista en Asuntos Culturales y Coordinadora Editorial de la Editorial del Instituto de Cultura Puertorriqueña. Es miembro del Pen Club de Puerto Rico y de la Asociación de Críticos de Arte, ratificado su nombramiento en París, Francia. Algunos de sus libros son: Siembra para no decir adiós, Versos de anafre a mi abuela, En el silencio de las desgarraduras, Trásfuga de mi existencia, El asesinato de Casandra Ramírez, El último centauro y Cuentos para no atreverse a contar, pero los cuento.